5º Acto

La mafia de los Falcone se hacía más poderosa a cada dia que pasaba. Francesco se movia de una forma espectacular a la hora de encontrar complices fieles para su particular guerra. Isabella era una experta para encontrar "lagunas legales" para que los negocios poco honrados de la mafia marcharan bien. Por su parte Angelo como medico cirujano no tenia precio y sus conocimientos en sustancias prohibidas, tampoco. Y por último Cat conocía el mercado de armas como nadie, al igual que las fabricas italianas y todos los modelos de armas existentes.


Ciertamente hacian un equipo de lujo, cada uno se especializaba en una cosa en la que eran francamente buenos y además se guardaban mutuamente las espaldas.

Ya se podía decir que los Falcone eran una mafía en potencia.

Esa misma noche Cat se dirigía al norte de Nápoles, acompañada por Angelo para ver como marchaba su ultimo proyecto. Una fábrica propia de armas. Gracias a los contactos de Cat, al dinero que había conseguido traficando con drogas y a que Isabella se las había ingeniado para hacerlo todo legal habían conseguido como resultado una fuente de ingresos legal y un arsenal con reservas casi ilimitadas.

-Nunca pensé que traficar con armas fuera a ser tan absurdamente fácil - Comentó Angelo mientras obserba su nueva fábrica con orgullo.

-¿Tu lo ves todo fácil, no? - Le preguntó Cat con sorna.

Angelo se encogió de hombros y miró a su prima.

-Algunas veces, si ves la cosas fáciles, se vuelven fáciles.

-Angelo Falcone - Citó Caterina con voz solemne - De profesión frustrada: ¡Filosofo!

Ambos se rieron con ganas del comentario de la chica, luego echaron un vistazo por la fábrica, asegurandose de que todo estaba en orden.

-Hemos hecho un buen trabajo - Comentó Cat complacida, mientras ayudaba a Angelo a cerrar la puerta de la fabrica.

-Pareces emocionada con todo esto - Dejó caer, con su típica actitud desinteresada.

-Me encantan las armas - Admitió ella - Tener mi propia fabrica es como un sueño.

-Al final vas a disfrutar con esto de la corrupción - Rió Angelo.

-Un amigo me dijo una vez, que si ves la cosas fáciles, se vuelven fáciles- Recitó Cat, con aire filosófico, imitando a Angelo a la perfección.

Los dos chicos volvieron a reirse, luego cerraron la fábrica y pusieron rumbo al cuartel general de los Falcone. Todos sus negocios iban viento en popa, pronto estarían listos para hacerle frente a los Palacetti.

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Por su parte Fracesco, ya tenia a todo un ejercito de esbirros traficando para ellos. Era increíble el poder de convicción y chantaje que poseía el poli. Desde luego hacerse corrupto era realmente su vocación, no había nadie mejor que él.


Lo que nadie había pensado era que él e Isabella fueran a hacer tan buen equipo.
La jueza resultó ser una experta encontrando fallos en expedientes, fabricas no demasiado legales y en general todo tipo de lagunas legales. Que unido a las citadas anterioeres habilidades de Francesco para controlar al personal, los convertían en un gran equipo.


-He descubierto algo bastante interesante de un compañero tuyo de la policia de Nápoles - Le comentó Isabella a Francesco, cuando este entró en su despacho.


-¿Ah, sí? - Preguntó Fran interesado.


-Si, al parecer no eres el único poli corrupto que anda por Nápoles - Comentó ella con sarcasmo, mientras le entregaba el informe a su primo.


Fran le dirigió una sonrisa divertida, luego comenzó a leer el informe.


-Tu y yo hacemos un buen equipo, prima - Le dijo, adoptando una de sus posturas de poli duro.


-Quien lo iba a decir, primo - Contestó Isabella utilizando el mismo tonillo de peli de ganster de los ochenta que había utilizado Fran.


Luego se miraron fijamente unos segundos y se echaron a reir.
Pues si, un cirujano, una jueza federal, una agente especial del FBI y un poli, todos corruptos y jefes de una mafia en potencia... quien lo iba a decir~








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